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ὅ ἦν καὶ ὅ ἔσται: Lo que fue y lo que será

Actualizado: 4 abr

Por Carla López de Lerma Padilla, alumna de 2º Bachillerato E




Nada más llegar al encuentro con el autobús sabía que iba a ser un viaje que marcaría un antes y un después. Se respiraba un ambiente lleno de ilusiones y ganas por conocer lo que hasta entonces había sido el escenario de tantos mitos e historias contados en clase.

Lo que parecía una jornada interminable llena de cansancio terminó convirtiéndose en el mejor tráiler de la experiencia que nos esperaba. Un trayecto lleno de conversaciones intercaladas, en las que los diálogos se agolpaban por el ansia de querer contarlo todo y conocer cuanto antes al resto de compañeros. Una espera en el aeropuerto que se creía infinita duró lo mismo que un suspiro. Y cuando quisimos darnos cuenta, estábamos ya en el avión. Tres horas y media y un par de cabezadas después aterrizamos en Atenas. De repente, un grupo de adolescentes y profesores agotados despertábamos para buscar los carteles escritos en griego tratando de encontrar alguna palabra conocida y, al conseguirlo, nos mirábamos entre nosotros con sonrisas cómplices llenos de emoción. De alguna manera, era pasar de las páginas de los libros a la realidad.

Tras la llegada al hotel y la organización de las habitaciones, salimos a tener una primera toma de contacto con la capital. Había tantas cosas nuevas por mirar, por escuchar, por sentir… hasta que entramos en la conocida plaza de Monastiraki. La impresionante vista de la Acrópolis en lo alto robó por completo toda nuestra atención y por un momento recuerdo el silencio que provocó tal impresión. Era real, delante de nosotros, estaba allí.

Los días posteriores fueron un completo frenesí de actividades y de emociones: los museos repletos de los protagonistas de nuestros libros, y ahora, llenos también de recuerdos; las fotos junto al Kouros de Anavyssos, que tanto deseamos que entrara en los exámenes de Historia del Arte; estar cara a cara frente al Moscóforo, o mejor dicho, nuestro ὁ Δικαιόπολις; contemplar las Cariátides y, al mismo tiempo, el vacío dejado por la ausencia de la que tomaron los ingleses…

La subida a la Acrópolis. Atravesar los Propileos, caminar junto al Erecteion y el templo de Atenea Niké o rodear el Partenón. Pasear por el suelo por el que procesionaron los fieles en las Panateneas, por la misma roca que sirvió de asiento al Hecatompedón destruido por los persas durante su conquista y la que el propio Pericles pisó para proyectar el resurgir de la polis. Es mágico pensar en que un lugar que ha recogido tanta historia, acontecimientos y memorias, ahora recoge también una parte de nosotros.

El teatro de Epidauro con su perfecta acústica y sus abrumadoras vistas que aún hoy invitan a actuar. Tantos peldaños que volvería a subir y a bajar cien veces solo por contemplar el paisaje desde lo alto o por volver a ver un pequeño monólogo de Otelo en primera fila desde abajo.

Tantos momentos y lugares de los que hablar y, aun así, lo que con más cariño guardo son las amistades que este viaje me ha regalado. Haber coincidido con personas tan parecidas y tan distintas al mismo tiempo, con los mismos intereses por las humanidades y el mundo clásico es una suerte que me ha tocado vivir. Sé que después de este viaje conmigo no solamente traigo souvenirs, sino que vuelvo con amigos. Amigos con los que espero vivir decenas de viajes más y otros tantos regresos a Atenas, y a lo mejor en algún momento somos el mismo grupo de amigos quienes enseñan la ciudad a sus alumnos. Porque si algo ha conseguido esta experiencia es ayudarme a redescubrir el amor y la pasión por el mundo clásico, al que si puedo, me gustaría dedicar el resto de mis recuerdos.



Καὶ ὅ ἐστιν: Y lo que es

Por Nines Jiménez Martín


Vuelvo una vez más a Atenas para compartir viaje con otros centros educativos, con el deseo, una vez más, de que la chispa de Grecia prenda en mis alumnos. Quiero que se dejen cautivar por sus restos arqueológicos, sus museos e incluso por su gastronomía y por ese toque oriental característico de quien sigue siendo un puente entre Oriente y Occidente; por un pueblo cuyo alfabeto ha resistido el embate de los tiempos en su forma original y que, en la versión adaptada por los romanos, se ha convertido en universal; por un pueblo del que somos deudores en tantos aspectos de nuestra vida y que, a poco que se sepa de él, te consigue atrapar.

Deseo que mis alumnos miren a Grecia con los ojos de su todavía pequeña formación clásica y humanística y que, allá donde otros ven piedras caídas, consigan vislumbrar los cimientos de lo que somos: la herencia de Grecia, cuna de la democracia, del pensamiento, del teatro, de la oratoria, de la historiografía,… y escenario de tantos acontecimientos y relatos de los que hemos ido de la mano durante estos dos años de Bachillerato.

Leyendo las impresiones de Carla sobre su viaje, compruebo que Grecia, tal como yo deseaba, ha dejado un poso en ellos; y asimismo que lo de socializar con alumnos de otros centros se lo han tomado muy en serio.

De nuestra estancia en Grecia, cómo no  destacar también la visita a la iglesia ortodoxa de Kapnicarea, una reliquia de arquitectura bizantina levantada sobre un templo griego y decorada con maravillosos frescos; o la de la catedral, todavía con el olor a incienso de un rito litúrgico del que, desafortunadamente, no fuimos testigos; o la del Estadio Panathinaico, también llamado Kalimármaro, “el del bello mármol”, el estadio de atletismo de Atenas que, asentado sobre los restos de otro más antiguo, acogió la primera edición de los Juegos Olímpicos Modernos en 1896; o la del Areópago, la linterna de Lisícrates o algunas de las huellas que todavía quedan en Atenas del emperador romano Adriano; y cómo no, la visita a la cárcel en la que Sócrates bebió la cicuta por ser coherente con sus ideas. Y es que Grecia, desde sus restos, si estamos atentos, todavía nos sigue hablando.

En la Argólida recorrimos Micenas, una ciudadela hoy en ruinas que, para los helenófilos, sigue siendo la "rica en oro" de Homero y el escenario de la única trilogía que se conserva, la Orestiada de Esquilo. Poco antes Irene, nuestra guía de la Argólida, había puesto a prueba la acústica del Tesoro de Atreo cantando el epitafio de Seikilos -solo por eso mereció la pena llevarla-. Luego ya, al traspasar la Puerta de los Leones para adentrarnos en el palacio, deseé que mis alumnos recrearan la escena de la tragedia Agamenón en la que Clitemnestra recibe a su marido, recién llegado de la guerra de Troya, como si de una esposa fiel y enamorada se tratara; que escucharan de nuevo las palabras proféticas de Casandra, la concubina de Agamenón, que no auguraban nada bueno, y que percibieran el desconcierto y la inquietud del coro por no poder interpretarlas; que oyeran después los gritos provenientes del palacio –que ahora sabían situado en la cima de una colina- y palparan la tensión en el ambiente, antes de la aparición en escena de Clitemnestra y su amante Egisto, ufanos por haberse vengado, una del dolor que le había infligido su marido al matar a su hija, y otro del dolor que Atreo, el padre de Agamenón, le había causado al suyo. Reconozco que la luminosidad del día -contra todos los pronósticos de los meteorólogos- quizás no contribuyeron a recrear la tragedia, pero a cambio logró que el paseo por la ciudadela, enclavada en un lugar privilegiado, se convirtiera en un auténtico regalo.

En Epidauro, además de llenar el imponente teatro con los ecos de nuestras palmadas -una iniciativa de Irene por la que siempre le estaré agradecida-, recorrimos los restos del antiguo santuario y del hospital donde Asclepio, el dios de la medicina, curaba a sus enfermos de sus dolencias. Allí intuimos, entre las ruinas del yacimiento, el edificio donde nuestro pequeño Filipo, tras ver en sueños al dios, recuperó la visión y le ofreció, como señal de agradecimiento, lo que más valoraba, sus tabas.

Nuestro viaje a la cuna de Europa ha sido, sin duda, corto, pero nadie negará que muy esclarecedor: ha conseguido traer el pasado al presente y, con un poco de suerte, conseguirá llevar sus ecos también hacia el futuro.




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