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Atenas, siempre Atenas

Actualizado: hace 4 días




Otra vez a Atenas, pero esta vez sin retrasos ni sobresaltos por pérdidas o roturas de maletas. Todo, según el horario previsto. El viaje empezaba bien...

La cuna de nuestra civilización nunca decepciona aunque solo queden restos fragmentarios de su pasado. Durante estos días hemos buscado los lugares de la democracia: hemos paseado por el Ágora, por donde antes que nosotros lo hicieron Sócrates, Fidias o Pericles, nos hemos detenido ante las sedes de los organismos en los que residía el poder del pueblo e incluso hemos visto la máquina que elegía a los candidatos de la forma más democrática que existe, por sorteo; nos hemos sentido pequeños ante los imponentes edificios de la Acrópolis, su símbolo, y nos hemos emocionado al pisar la Pnyx, el lugar que la vio nacer. Y en el Museo de la Acrópolis, un espacio luminoso construido para albergar las piezas encontradas en la roca sagrada a imagen y semejanza de ella, todos, sin excepción, nos hemos sentido impotentes al contemplar los huecos que denuncian el expolio.

Hemos tratado de imaginar a Agamenón, a su regreso de la guerra de Troya, entrando en su palacio de Micenas ajeno al trágico destino que le esperaba. Y hemos sentido la fuerza y la magia del teatro escuchando a Rodrigo recitar en Epidauro un fragmento de Antígona, mientras comprobábamos que, además de gozar de un entorno privilegiado, ese teatro sigue conservando la acústica que lo hizo famoso.

Las horas pasadas en Delfos nos han permitido entender por qué Apolo y las Musas eligieron el monte Parnaso para vivir: este lugar, que con su oráculo marcó el destino de Grecia, todavía conserva la belleza, la energía y la magia que lo hizo único. Y allí la Pitia reveló a los alumnos, en griego clásico, como no podía ser de otra manera, una profecía de la que estoy segura habrán tomado buena nota.

Durante estos días tan intensos hemos disfrutado de restos de templos y edificios, de los coloridos frescos de Tera, de esculturas que, paradógicamente, se salvaron de la destrucción gracias a enterramientos o naufragios, de cerámica que nos habla de la vida cotidiana, de dioses y héroes; y lo hemos hecho con más intensidad gracias a las magníficas explicaciones de José Julio, especialista en Arte y entrañable compañero de viaje, al que siempre estaremos agradecidos por habernos prestado sus ojos para contemplar lo que se mostraba ante los nuestros.

Pero Grecia es mucho más que todo eso, es casi un choque cultural: iglesias bizantinas, mezcla de culturas, oriente en Europa. Y hoy día también, el rostro visible de la miseria humana. No es fácil digerir que el pueblo hospitalario de la Odisea, ese pueblo que colmaba de atenciones a los extranjeros antes de preguntarles cómo se llamaban y de dónde venían, haya dejado de ser el puente de unión entre Asia y Europa para convertirse en el muro que los separa, en el muro que nos separa y nos avergüenza. Los refugiados que deambulan por las calles de Atenas buscando cobijo son la prueba de que la hipocresía de Europa, la que enerbola la bandera de los derechos humanos, no tiene límites.

Esperamos que nuestros alumnos, después de haber visto las dos caras de la moneda, hayan vuelto más críticos, más empáticos con el dolor ajeno, pero también más sabios y con la mente más abierta. Nos consta, porque así nos lo han hecho saber, que han traído sus mochilas llenas de nuevos olores y sabores, de nuevos amigos, de nuevas experiencias, de Grecia. Sabemos que se han enriquecido con todo lo que este tramo del camino les ha proporcionado, así que nuestras expectativas se han cumplido con creces: ya lo dijo Cavafis, lo importante es el camino...


Os dejamos AQUÍ una galería de imágenes del viaje













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