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ENTREVISTA A TUCÍDIDES: PESTE DE ATENAS / COVID-19

Actualizado: 11 jun 2021

Tucídides: "Jamás se vio en parte alguna del mundo tan grande pestilencia, ni que tanta gente matase"

WALI AFZAL, ALEJANDRO BARRA, INÉS DE LA VEGA CLEMENTE, FABIO MANZANO, DIEGO MEDINA, RUBÉN MORENO, RAQUEL OLIVAS, RAQUEL SELLERS, NOEL SOLÍS

Abril 2021


Atravesamos tiempos de crisis, de cambios, de incertidumbres. Y es precisamente en esas encrucijadas cuando necesitamos volver la mirada a los libros, a los renglones del pasado: nada de lo que ocurre lo vivimos por primera vez. En la memoria de la escritura encontramos las huellas de la experiencia humana, que una y otra vez ha sobrevivido a sequías, hambrunas, pestes, traumas y guerras. 
                            "Manifiesto por la lectura", Irene Vallejo

La pandemia en la que nos hallamos inmersos ha sido precedida por muchas otras a lo largo de la historia de la Humanidad. Y conocemos las experiencias vividas en algunas de ellas gracias a los testimonios que han quedado registrados en los libros.

Hemos querido conocer de primera mano cómo se vivió la epidemia que asoló Atenas en el siglo V a.C. y que acabó con la vida de miles de personas, entre ellas la del propio Pericles, su máximo dirigente, para contrastarlo con la situación que afrontamos actualmente por la COVID-19.

Nos hemos permitido la licencia de sortear los veinticinco siglos que nos separan del gran historiador griego para entablar con él una conversación que, siendo fiel a sus propias palabras, plasmadas en su libro Guerra del Peloponeso, arroje luz sobre todo lo relativo a la primera epidemia documentada de la historia.



Tucídides, actualmente estamos padeciendo una pandemia provocada por un coronavirus, que nos hace recordar a aquella que soportaron ustedes, los atenienses, en plena Guerra del Peloponeso. Sabemos que la primera ola de esa epidemia se produjo en el verano del año 430 a.C., justo cuando la población estaba hacinada entre las murallas de Atenas para protegerse de los espartanos, con la esperanza siempre puesta en que su marina les cortara las líneas de suministro. ¿Qué dimensiones alcanzó la epidemia y cómo se enfrentaron a ella?


Jamás se vio en parte alguna del mundo tan grande pestilencia, ni que tanta gente matase. Los médicos no acertaban el remedio, porque al principio desconocían la enfermedad y muchos de ellos morían los primeros al visitar a los enfermos. No aprovechaba el arte humana, ni los votos ni plegarias en los templos, ni adivinaciones, ni otros medios de que usaban, porque en efecto valían muy poco.


Aquí ocurrió algo parecido: sanitarios contagiados porque no contaban con los equipos de protección necesarios, médicos que no sabían qué remedio aplicar a sus enfermos, desánimo y desolación entre la población...

¿Tiene algún dato acerca de su procedencia?


Comenzó esta epidemia (según dicen) primero en tierras de Etiopía; y después descendió a Egipto y a Libia; se extendió largamente por las tierras y señoríos del rey de Persia; y de allí entró en la ciudad de Atenas y comenzó en Pireo, por lo cual los de Pireo sospecharon al principio que los peloponenses habían emponzoñado sus pozos, porque entonces no tenían fuentes. Poco después invadió la ciudad alta y de allí se esparció por todas partes; muriendo muchos más.


En nuestro caso la COVID-19 tuvo su origen en Wuhan, una ciudad china. Cuando se aisló a su población, ya era demasiado tarde: el coronavirus había empezado a extenderse por avión a otras partes del mundo. Y con la movilidad tan grande que hay en pleno siglo XXI la propagación fue imparable.

¿Nos podría hablar de la epidemia que padecieron ustedes?


Por mi parte, simplemente la describiré por su naturaleza y explicaré sus síntomas por los que pueda ser reconocida por el estudioso si alguna vez se vuelve a presentar; esto lo puedo hacer mejor pues yo mismo sufrí el mal, y fui testigo de su actuar en el caso de otros.


Si usted sufrió la enfermedad en sus propias carnes y vio los efectos en otras personas, es, sin duda, la persona idónea para ayudarnos a entender mejor el cuadro clínico que presentaba la enfermedad: sus síntomas, sus signos, su evolución...


No hubo una causa ostensible; pero personas con buena salud eran repentinamente atacadas por violentos calores en la cabeza y enrojecimiento e inflamación de los ojos y las partes internas, como la garganta o la lengua, que se tornaban rojas y emitían un hálito anormal y fétido.

Estos síntomas eran seguidos de estornudos y ronquera, luego de lo cual el dolor llegaba pronto al pecho y producía una fuerte tos. Cuando se fijaba en el estómago lo indisponía.

Externamente el cuerpo estaba colorado, lívido y rompiendo en pequeñas pústulas y llagas. Pero internamente ardía tanto que el paciente no era capaz de soportar ropa o sábanas.

Incluso cuando no resultaba mortal, aún así dejaba sus marcas en las extremidades. Aún otros también sufrían una pérdida total de la memoria en su primera recuperación y no se conocían a sí mismos ni a sus amigos.


Esto nos recuerda mucho a la COVID-19, que provoca pérdidas de memoria en muchas personas. A otras, sin embargo, les afecta de manera diferente: unos tienen problemas para respirar, o fatiga, fiebre, pérdida de gusto y olfato, etc. Y también hay muchos asintomáticos.


"La dolencia era tan contagiosa, que atacaba a los médicos"

Tucídides, ¿se encontró en su época algún remedio para curar la enfermedad o paliar sus efectos?


Cuanto se hacía para curar las enfermedades, aprovechaba para aumentarlo y así unos morían por no ser bien curados y otros por serlo demasiado; no hallándose medicina segura, porque lo que aprovechaba a uno, hacía daño a otro.


Aquí al principio estábamos igual: no se daba con el remedio y eso que se probó de todo... Los médicos estaban desesperados porque su ciencia, en los casos más graves, no les servía de nada.


La COVID-19 es una enfermedad muy contagiosa y con las nuevas cepas que están apareciendo, aún más. ¿Qué me puede decir de la peste de Atenas?


La dolencia era tan contagiosa, que atacaba a los médicos. A causa de ello muchos morían por no ser socorridos y muchas casas quedaron vacías. Los que visitaban a los enfermos morían también como ellos, mayormente los hombres de bien y de honra, que tenían vergüenza de no ir a ver a sus parientes y amigos, y más querían ponerse en peligro manifiesto que faltarles en tal necesidad. A todos entristecía mal tan grande, viendo los muchos que morían y los lloraban y compadecían.


Aquí el escenario era parecido: el personal sanitario, al principio, se vio muy afectado por la enfermedad. El sistema de salud estaba prácticamente colapsado y hubo que levantar hospitales de campaña o habilitar otros espacios para atender a los enfermos. Aún así no a todos se les pudo prestar los cuidados necesarios y a veces los sanitarios se vieron obligados a elegir quién vivía y quién no. Diariamente les agradecíamos su esfuerzo saliendo a aplaudir a nuestros balcones.

La verdad es que era muy difícil aceptar las cifras de los muertos, porque bajo ellas se escondían muchas vidas apagadas y muchas familias rotas.

Pero también es cierto que, a pesar de la dureza de la situación, no se desatendió a los más débiles: la oleada de solidaridad que se desató entre la población permitió a los enfermos y a los más vulnerables quedarse en casa. Y es que miles de voluntarios estaban pendientes de sus necesidades, les llevaban la compra...


¿Y qué ocurría con las personas que conseguían superar la enfermedad?


Los que habían escapado del mal, sentían la miseria de los demás por haberla experimentado en sí mismos, aunque estaban fuera de peligro, porque no repetía la enfermedad al que la había padecido, al menos para matarle.


Es decir, que haber padecido la peste generaba inmunidad. Eso es una buena noticia. En el caso del coronavirus también se ha demostrado que haberlo superado crea cierta inmunidad, pero todavía no se sabe cuánto duran sus efectos. Afortunadamente, ahora tenemos todas nuestras esperanzas puestas en las vacunas que van apareciendo. Esperemos que gracias a ellas pronto podamos volver a la normalidad.

Pero volviendo a la peste de Atenas ¿qué sucedía con aquellos que morían víctima de ella?


Muchos morían donde podían, sin respeto alguno, y algunas veces los unos sobre los otros yacían en calles y plazas, revolcados y medio muertos, y en torno de las fuentes, por el deseo que tenían del agua.

Los templos donde muchos habían puesto sus estancias y albergues estaban llenos de hombres muertos, porque la fuerza del mal era tanta que no sabían qué hacer. Algunos, viendo preparada la hoguera para quemar el cuerpo de un muerto, lanzaban dentro el cadáver de su pariente o deudo, y le ponían fuego por debajo; otros lo echaban encima del que ya ardía y se iban.


¡Qué escenario tan dramático! ¡Cuánto me recuerda al que se ha vivido en esta pandemia!: funerarias colapsadas, cadáveres en las morgues e incluso en las calles esperando su turno para ser enterrados o incinerados, miedo y restricciones en los funerales...

¿Cómo vivían esta dramática situación aquellas personas que todavía no habían sido víctimas de la enfermedad?


Pues habiendo entonces tan grande y súbita mudanza de fortuna que los que morían de repente eran bienaventurados en comparación con aquellos que pasaban mucho tiempo con la enfermedad, los pobres que heredaban los bienes de los ricos, no pensaban sino en gastarlos pronto en pasatiempos y deleites, porque les parecía que no podían hacer cosa mejor ya que no tenían esperanza de gozarlos mucho tiempo.


Es decir, que, en lugar de protegerse, se dedicaron a aprovechar el tiempo, por si acaso... Aquí mucha gente, por irresponsabilidad o por la fatiga pandémica, en vez de esperar a que la pandemia remita, se está saltando las normas y organiza reuniones, fiestas, comidas, botellones, etc.


En nuestro caso la llegada de una pandemia generada por un virus ya había sido pronosticada años atrás por algunos científicos e incluso por el empresario estadounidense Bill Gates, que en 2015 predijo que un virus provocaría una epidemia que no estaríamos preparados para afrontar. ¿Ocurrió algo parecido con la peste de Atenas?


Los atenienses traían a la memoria un verso que los ancianos decían haber oído cantar y que había sido pronunciado en respuesta del Oráculo de los dioses, que decía:

Vendrá la guerra Doria creed lo que decimos y con ella vendrá "limos".


Sobre lo cual disputaban antes de ocurrir la epidemia, porque unos decían que por la palabra "limos" se había de entender el hambre, y otros aseguraban que quería significar la epidemia; hasta que llegó esta y todos le aplicaron el dicho del Oráculo.


¿Cómo reaccionaron sus rivales, los espartanos, cuando conocieron el alcance de la epidemia?


Al saber los peloponenses por los prisioneros la infección y peligro de aquella pestilencia, y viendo sepultar los muertos, partieron aceleradamente de la tierra después de haber estado cuarenta días en ella, durante cuyo tiempo la robaron y arrasaron.


Aquí también se ha evitado el contacto con las zonas más afectadas por la pandemia. De hecho, ha habido muchos cierres perimetrales y de fronteras.


En nuestro caso se ha culpado mucho a los políticos por el alcance de la pandemia. ¿Ocurrió algo parecido en Atenas?


Los atenienses, viéndose así apremiados, fuera por guerras y dentro con epidemia, comenzaron a (...) maldecir a Pericles, diciendo que él había sido autor de aquella guerra y que era causa de todos sus males, inclinándose a pedir la paz a los lacedemonios.


Lo mismo ha sucedido aquí: se culpó al gobierno por no haber tomado medidas antes y a las Comunidades Autónomas, por no hacer bien las desescaladas. Y es que cuando la situación mejora, se relajan las medidas y vuelve otra ola. Ya hemos tenido tres. Imagino que en Atenas ocurriría algo parecido. O ¿tuvieron más suerte?


Al principio del invierno se recrudeció en Atenas la peste, que nunca había cesado del todo sino por intervalos de tiempo; esta vez duró un año, y antes había durado dos sin interrupción; que fue la cosa que más debilitó y quebrantó las fuerzas y poder de los atenienses. En esta postrer epidemia murieron más de cuatro mil y trescientos hombres de armas, y trescientos de a caballo, sin contar el pueblo, que fue gente innumerable.


Aquí tampoco se conocen las cifras exactas de muertos por la COVID-19, pero sí sabemos que en España han sido muchos miles y que en el mundo ya se han superado los tres millones.


"Al principio del invierno se recrudeció en Atenas la peste, que nunca había cesado del todo sino por intervalos de tiempo"

Queremos agradecer a Tucídides que nos haya prestado su voz para alumbrar, con sus acertadas palabras, siempre basadas en fuentes fiables y en la propia experiencia, la dramática situación que vivió el pueblo ateniense en el siglo V a.C. Se dice que esa epidemia diezmó tanto a la población ateniense que pudo influir en su derrota frente a Esparta. Esperemos correr mejor suerte que ellos...


El ser humano lleva la resiliencia en sus genes: saldremos también de esta.




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