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Sol Invictus

Llamémosla, en principio, festividad o celebración del 25 de diciembre. Se trata de una fecha muy señalada en el calendario, al igual que la noche del 24 al 25 de junio; una y otra marcarían el final del solsticio de invierno y de verano respectivamente. Este solsticio tendría lugar entre los días 20 y 23 de estos dos meses.

Como todo el mundo sabe, el solsticio de invierno marca el final de los días más breves del año, los cuales se van acortando desde el 25 de junio. La palabra solsticio viene del latín sol-statum/sol-sistere (dependiendo si cogemos el participio o el infinitivo del verbo), que significa “el sol estático, quieto, parado”. Durante estos días el sol llega a su punto más bajo sobre la línea del horizonte, hace su recorrido lo más al ras del horizonte, son los días más cortos del año, parece que en esos días el sol está estático al llegar a ese punto, y a partir de entonces, remontará su trayectoria creciente hacia el norte. Aquí está el significado de Sol invictus, el sol invencible, porque renace de sí mismo sobreponiéndose en su trayectoria, empieza a crecer en su esplendor, el sol que no muere en su caída, sino que renace y se apodera en su plenitud de la órbita celeste. Esta es la fiesta del solsticio de invierno, el dies natalis Solis Invicti, así se llamaba en la antigua Roma; así la llamaban los romanos tan dados a observar , al igual que otras civilizaciones antiguas, lo que ocurre en el cielo.

Con este nombre se mantuvo la fiesta durante siglos. Aunque Sol era un antiguo dios romano relacionado con la agricultura, no era, sin embargo, uno de los dioses más importantes, comparable con Júpiter, Marte, Juno o Quirino, por ejemplo. Tampoco su festividad era la más rimbombante del calendario romano. Pero esta situación cambió, a esta fiesta del solsticio de invierno, a esta novia le salieron muchos pretendientes.

Algunas religiones procedentes de oriente, llamadas mistéricas, las cuales tenían el concepto de muerte y resurrección como “elemento” fundamental , vieron en la caída y resurrección del sol su elemento simbólico ideal, vamos que les venía como anillo al dedo. Entre ellas estaba el mitraísmo, cuya religión procedente de Frigia, e incluso de Persia según opinión de muchos, profesaba al dios Mitra. Dicen que este dios nació el 25 de diciembre de una roca para salvar a los hombres y otorgarles sus dones. Otra religión, también de oriente, fue el cristianismo. Cristo nació, padeció y murió para redimir a los hombres de sus pecados (vaya por dios qué coincidencia).

Por si fuera poco, en el siglo III d.C., entra en escena el curiosísimo y extravagante emperador Heliogábalo condimentando el espectro religioso entorno al 25 de diciembre con su particular religión, ¿Cuál?: la suya, punto; que también tenía que ver con el Sol. Heliogábalo es una palabra compuesta de Helio (sol en griego) y (El)-Gabal (dios), nombre de una religión siria de la que él era sacerdote y que adoraba a una piedra negra (tal vez un meteorito) venida del… ¿Sol? El caso es que por la casualidad o destino de la vida, el emperador anterior fue muerto, por los suyos propios, cosa habitual, y al ser este Heliogábalo, cuyo nombre real era Varo Avito Basiano, el familiar más cercano, le llegó a él nada más ni nada menos que el mando del imperio romano. Los legionarios, que eran los quitaban y poníana a los emperadores en esa época, de la legión III Gálica, destinada en Siria, le aclamaron como imperator. Le bañaron, le vistieron y, después de que él solito se acicalara como una damisela, se presentó en Roma con los labios pintados de carmín, con su rimel, sus collares, sus pulseras… en fin, monísimo, ah!,y con su piedra. Además de apropiarse de la fiesta del Sol invictus para reforzar la suya propia perpetró un montón de extravagancias; se casó y descasó varias veces con mujeres; pero el matrimonio que más le duró fue con su auriga particular, un mocetón rubio y musculado, aunque esto no impidió que se prostituyera por los lupanares y cauponas de la ciudad. Semejante elemento acabó como tenía que acabar; muerto por sus propios guardias y arrojado al Tiber, seguramente les pareció a estos aguerridos pretorianos demasiado maquillaje para su emperador. No se supo más, y ¡a saber dónde estará su piedra!

Volviendo al Sol invictus del 25 de diciembre, el emperador Aureliano, ya a finales del S. III d.C., y oliéndose la tostada del auge del cristianismo, hizo una especie de apaño sincrético construyendo una nueva fe, la del Sol, al que hizo elevar un templo espléndido. La religión fue por primera vez monoteísta, y esto fue el comienzo del éxito del cristianismo que estaba calando en los cimientos de la sociedad.

Pero no fue hasta comienzos del S. IV d.C. (312) cuando el emperador Constantino se convirtió al cristianismo y con el edicto de Milán permitió la libertad religiosa y por ende terminó la persecución de los cristianos. Es decir, el ganador de todo este rally de religiones “solares” fue el cristianismo y su fiesta más importante la de la Nativitas de cristo (Χριστός): el señalado, ungido, elegido; la del 24 al 25 de diciembre.



Para saber más:

Se pueden consultar las referencias de la entrada anterior

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